diumenge, 8 de novembre del 2015



Veía como pasaban los postes de la carretera a toda velocidad desde la ventanilla, embutido en un abrigo observaba con los ojos llorosos el todo y la nada; mientras, a pesar de estar sudando, una sensación de frio me recorría el cuerpo. 

Estaba en el lugar pero no lo ocupaba, no me sentía parte de él... sentía como si las paredes del coche me aprisionaran, me aplastaran lejos de donde quería estar; solo tenía una lágrima recorriendo mi rostro para recordar que, pese a todo, allí estaba, necesitando llegar al lugar que más temía en ese momento, sentado en la parte trasera de ese maldito coche, queriendo salir y correr tan lejos como pudiera, desaparecer de mi propio mundo, dejar de vivir… lo quería, pero necesitaba quedarme.


“¿Qué les diré?” Pero debía decirles algo, lo necesitaba…

“¿Qué puedo decirles yo si se les ha derrumbado el mundo en tan solo un instante?” Pero quería decirles algo, necesitaba hacerlo o sentía que estallaría…

“¿Qué les puedo decir si mi mundo también se ha desvanecido?” 


Aparté la mirada de la ventanilla, no podía observar el paisaje, pero me di cuenta de que no soportaba dejar de verlo; aun así bajé mi mirada al suelo y observe mis manos entre las piernas sosteniendo las piezas de mi móvil, lo observé y me entró una arcada… 

¿Por qué me enviaron ese WhatsApp? ¿Querían aliviar el dolor que sentía, y que ni el abrazo de la persona que más amo en el mundo podía aliviar, con cuatro palabras y un emoticono? ¿No imaginaron que podía no saber la noticia, que era posible que me encontrara solo, sin nadie que pudiera recogerme cuando me derrumbara sobre mi mismo? Aún queda gente que no entiende porqué odio tanto las redes sociales, porqué me siento un extraño navegando y haciendo uso de ellas…

Apreté los trozos de móvil y cerré los ojos mientras empezaba a llorar de nuevo, alguien, no recuerdo quién, me rodeo con el brazo y seguí llorando…


Dejamos la autopista y empecé a recordar momentos de mi infancia, era inevitable, todo lo que rodeaba el coche me evocaba un recuerdo u otro, supongo que era normal, estaba ante el paisaje dónde había crecido… era doloroso y, en cierto modo, tranquilizador a la vez, aunque te juro que esa fue la peor parte del viaje.

Justo cuando faltaban 2 minutos para el momento más difícil de mi vida, recorrimos esa recta, fue rápido pero se me hizo eterno, lo sabía, acababa de pasar  por el lugar donde pocas horas antes había muerto él; esperaba poder escuchar una última palabra de su parte pero sólo escuchaba mi respiración entrecortada y el ruido de ese puto coche… 


Cerré los ojos una última vez hasta que el coche se detuvo y abrieron la puerta que tenía justo al lado; tragué saliva, me sequé las lágrimas y me dispuse a afrontar la situación con el corazón de piedra, pues pensaba que sería el único modo de evitar que se desgarrara del todo… quería retener todo el dolor para poder acompañarlos y aliviarlos tanto como fuera posible…

Bajé del coche y paso a paso me dirigí a la puerta de su casa, me sabía el camino de memoria, de echo creo que lo hice con los ojos cerrados, o fijando la mirada al suelo, no me acuerdo bien… levanté los ojos justo antes de entrar al portal, y alguien abrió la puerta; el primero en salir fue su padre con los ojos visiblemente llorosos, lo miré y no lo pude retener, me derrumbé; allí viví la muerte en primera persona, allí morí por primera vez…


Al final no pude decirles nada, estaba muerto y ya no me quedaban palabras, sólo silencio.