Doy vueltas por el piso, sin ningún rumbo, me detengo y me siento de vez en
cuando en la esquina de alguna habitación… me pregunto por qué me siento extranjero
por dónde vivo, por qué me es desconocido ese hogar que tiempo atrás había sido
mi refugio… ¿a caso he dejado de vivir en él?
Mantengo el silencio que hemos construido entre nosotros, lo prefiero a
esas conversaciones absurdas por whatsapp de un par de “holas”, o un par de tonterías
para simular que vivimos algo juntos… son cosas como estas las que me han
cansado de estar con otros, me cansé de simular esta vida, de abrazarte con una
palabra, de besarte con un emoticono, de sacarte una sonrisa que nunca gozaré,
de consolar unas lágrimas que no veré llorar, de decirle “guapa” a una foto, de
saber que ríes por un “jaja”… me cansé de estar siempre disponible, de sentirte
cerca pese a estar lejos, me cansé de vivir en esa ficción y sentirme ajeno en
la realidad… que sí, que también nos vemos cara a cara, que también nos tocamos
y sentimos sin pantallas de por medio, pero tengo la horrible sensación de
saber más de ti por la pantalla de mi móvil que por tu voz, o por la
exploración de tu cuerpo, o por verte con mis propios ojos, sin píxeles…
Incluso llegué a aborrecer las palabras, a temer las letras, me horrorizaba
sentir cómo símbolos sustituían mis sentimientos... pero tranquila, eso solo
fue pasajero, sino no estaría escribiendo que no quiero hacerme creer que vivir
es esto.