Recién levantado se miró al espejo, iba desnudo pero casi no veía el color
de su piel, ese baño nunca había tenido mucha luz y, además, esa mañana parecía
que una niebla oscura se hubiera instalado en él… abrió el grifo y paseó las
manos por el chorro de agua, estuvo así un par de minutos hasta que se llevó
las manos mojadas a la cara para despejar el sueño que le invadía, notó cada
una de las grietas de los dedos, marcas de toda una vida de arduo trabajo…
Apoyándose al lavadero se examinó atentamente el rostro, hacía mucho tiempo
que ya no era aquél joven lleno de fuerza y vitalidad, pero nunca antes vio eso
reflejado en su piel, se asustó un poco y decidió apartar la vista de ese
espejo… pero no se fue de aquél baño, en lugar de eso se sentó en la tapa del
váter sobresaltándose por lo fría que estaba, le costó unos segundos acostumbrarse
a esa superficie y cuando lo hizo empezó a perderse en sus pensamientos…
Nunca le había gustado trabajar, aunque solo hubiese hecho eso en toda su
vida; todo el mundo hablaba maravillas del trabajo: que si dignifica, que si
eso, que si lo otro… él sólo quería decir ¡a la mierda el trabajo! Pero se
resignaba y acudía puntualmente a su empleo; pensando en ello, allí, sentado,
se sintió indefenso, frustrado, perdido…abatido recostó la cabeza a la pared de
su izquierda y escuchó que la televisión del comedor, justo al otro lado de la
pared, estaba encendida, debía de haberse quedado así toda la noche; poniendo
toda la atención en ese ruido pudo escuchar cómo los tertulianos del programa
de las mañanas ya estaban con la boca abierta soltando todo tipo de palabrerías
y opiniones sobre cualquier tema, por complejo que fuera, pero ¿quién era él
para criticar ese atrevimiento? “Sólo están trabajando, y el trabajo dignifica…”
Estuvo un par de segundos más en esa posición hasta que, justo antes de
desviar su atención, pudo descifrar las palabras de uno de esos tertulianos: “aquél
que trabaja por otro lo hace de forma voluntaria, el asalariado no es un
explotado, es libre de irse o quedarse en su puesto de trabajo […] el libre
mercado es necesario para que las relaciones económicas se desarrollen en
completa libertad, sin la intervención opresora del estado que…” no quiso
escuchar nada más y retiró su atención del televisor, en silencio puso sus ojos
sobre el grifo y se percató que no había cerrado el agua, en ese momento
tampoco quiso hacerlo, con lo que se quedó quieto, observando, y empezó a
pensar con lo que acababa de escuchar; en primer lugar se sintió culpable de su
situación, pero eso le sentó extraño:
“¿si mi decisión es libre, es decir, si ejerzo mi libertad cada día que voy
a trabajar, por qué me siento culpable? ¿Culpable de qué? ¿De ser libre? No, no
lo creo, me siento esclavo de mi trabajo, no siento que pueda ejercer mi libertad
en mi empleo y eso me corroe por dentro, me siento culpable de renunciar voluntariamente
a mi libertad si eso es lo que dicen que hago, pero toda la vida que escucho que
eso es algo bueno, virtuoso... ¿qué esperaban que hiciera?
Yo no soy un docto en economía, no sé si el libre mercado es bueno o malo
para la libertad humana, lo ignoro, pero que alguien me cuente ¿cómo puede ser
el individuo libre, cómo puedo ser YO libre, en una empresa que me paga para trabajar
y renunciar a lo que trabajo con mis manos, obedecer sin poder decidir sobre mi
trabajo, sobre el tiempo que le dedico…? ¿Cómo se puede ser libre en una
empresa que me despoja del poder sobre mi vida, sobre cómo edificarla, abocándome
a condicionar mi vida al trabajo en lugar de condicionar el trabajo a mi vida…?
¿Cómo se puede ser libre en una empresa en la que no soy propietario sino
recurso de su engranaje? Que nadie me llame individuo libre, que nadie le llame
libertad a eso, que nadie diga que no soy un explotado, quizá deba sentirme
culpable de aceptar esas condiciones voluntariamente, aunque creo que sería
justo esgrimir como defensa que no era consciente de ello, porqué nadie me
avisó de a qué me entregaba, todo lo que respetaba y amaba me decía que
entregarse a ello era bueno, era ser libre y hacerse cargo de mi vida ¿qué coño
esperabais que hiciera? Siento mucho esta situación, no quiero culparos de
esto, solo os pido que no me digáis que soy libre, puedo ser un esclavo voluntario,
aunque yo no me sienta así, pero no me digáis que soy un individuo libre… libre
mercado o no, mi vida es la de un esclavo y su empresa mi esclavitud; si la
libertad es para los esclavistas, por favor, los que defendéis esto no os llaméis
liberales, no os llaméis anarquistas, al menos no lo hagáis ante mi” se tapó la
cara con ambas manos, respiró profundamente un par de minutos más, cerró el
grifo y salió del baño para vestirse e ir a trabajar.