dilluns, 26 d’octubre del 2015



Entonces fui consciente de que todo aquello que me rodeaba era oscuridad, que había pasado la vida en un sueño, un sueño conducido, dirigido, por otros…
Todo a mi alrededor era oscuridad, esa oscuridad que te invade al cerrar los ojos para poder dormir… y ya había dormido mucho, demasiado.

“¡Ay! Consciencia, si estuvieras aquí… ¿por qué me has abandonado?”

Un silencio acompañó mis palabras, y fue, en medio de ese silencio incomodo, el momento en el que el miedo me atacó con más fuerza que nunca; él sabía que yo era consciente de lo que debía hacer ¡y no lo quería tolerar!

“Sólo es un paso más, un paso más, un paso más, un paso más, un paso más, un paso más, un paso más, un paso más, un paso más

Mis palabras se perdían en ese mar oscuro, pero sabía que, a pesar de no ver nada, de seguir con los ojos cerrados, estaba despierto y ante mí se erigía una puerta; una puerta que separaba: a un lado todo aquello que conocía, todo aquello que ya no quería, aquellos sueños que ahora – tras mostrar la realidad que los compone - me parecían la fuente de toda la oscuridad, no veía en ellos ni una brizna de luz que pudiera iluminar mi vida… al otro lado de la puerta sabía que podía encontrar ese lugar que tanto ansiaba visitar, ese lugar donde se encontraba lo que quería ser, lo que quería realizar, conocer… ese lugar donde se escondía la luz que tanto había buscado.

El miedo atacaba por todos los frentes, pues tenía muy claro su objetivo: mantenerme entre las sombras; yo tenía muy claro el mío, pero, a pesar de que era fácil proponerse cruzar la puerta, me parecía imposible levantar los pies del suelo… la victoria estaba lejos de ponerse de mi lado, había empezado la lucha con mucha fuerza pero cada vez me sentía más y más débil ante la intensidad con la que arremetía el miedo en contra de mí.

Justo en el momento en el que el miedo sonreía al ver una victoria próxima, una voz que venía de mí, una voz que, 

                                                                                                                                             del suelo,
                                                                                                                       el pie
                                                                                       poco a poco,
                                                           levantar,
                              me hacía  
mientras


decía:

Ahora es el momento, vamos ¡crúzala! ¡Cruza la puerta!

Mi pié dibujaba un paso perfecto, un paso que me movía, que pisaba el miedo, que me llevaba a otro mundo, a mi mundo… yo cerraba los ojos atrapando una lágrima que llevaba alegría, tristeza, emoción, amor, ilusión… una lágrima que era vida. La retenía con todas mis fuerzas,

“¿por qué?”

“Porqué soy libre, porqué soy vida ¡porqué soy!

Y, en ese momento,
                                  con firmeza
                                                         terminé el paso,
                                                                                     y toqué el suelo
                                                                                                                    del otro lado de la puerta;

No pude resistir más, nada pudo detenerme, pues el miedo había sido pisado ¡lo había pisado! Entonces abrí los ojos, la lágrima resbaló limpiando toda esa negritud que tapaba mi mirada…


Estaba allí, sí, lo había logrado, era lo que siempre había querido ver: la luz que tanto anhelaba, las palabras que quería pronunciar, era yo, era mi ser, era ¡mi  YO personal!

- BORRADOR -

14/04/2015