dilluns, 26 d’octubre del 2015































La llamada lo cogió por sorpresa en medio de la calle, contestó sin mucha intención de entablar conversación, la voz que preguntó por él se escuchaba rota, llorosa… se le atragantaban las palabras; no estaba seguro de lo que la voz decía, eso le obligó a pararse para poderla escuchar mejor, y decidió preguntar “¿qué pasa?” a pesar de que él ya lo había escuchado la primera vez, pero no quería creerlo, no quería que aquello que la voz decía fuera verdad… la voz lo repitió, esta vez lo escucho con mayor claridad, no había margen para el error, la terrible noticia era real, se había ido para siempre…

Doblo las piernas sin pensar y el móvil se le resbaló de la mano…

Se llevaba las manos a la cara, para cubrir su dolor, para esconderse, para lo que fuera…

Y caía, caía dirección al suelo…

Cegado de dolor no podía entender lo que le pasaba por la cabeza, se agolpaban demasiadas cosas a la vez…

Y seguía cayendo…

Pronto moriría, estaba muriendo, estaba experimentando la muerte…

No tenía ninguna herida visible, ninguna enfermedad, pero allí estaba,  muriéndose de manera fulminante, a la velocidad que se tarda en tocar el suelo con las rodillas…

Y seguía cayendo…

Una lágrima se asomó por unos ojos preparados para llorar con fuerza, esa lágrima era la primera señal física de su muerte…

Y tocó el suelo…

El hueso de la rodilla chocó con fuerza contra un suelo muy duro, un dolor agudo subió extendiéndose por todo el cuerpo, y se desató el torrente de lágrimas que mostraban el momento en que él era consciente de su muerte…


Había muerto, la gente lo rodeaban, intentaban ayudarlo, les dolía ver tanto dolor, necesitaban remediarlo… pero no entendían que no había nada que hacer, que lo último que necesitaba era ser consolado, no se daban cuenta que él había muerto, que había experimentado la muerte.

12/10/2015