dimarts, 27 d’octubre del 2015


























Quiero llorar y no puedo; me duele la cabeza y me tiemblan las manos… El corazón se me acelera y no es por verla a ella; ella no está aquí, pero ojalá estuviera…

Ella me podría ayudar cuando cierro los ojos y detengo mis pasos…
Me podría ayudar cuando no quiero ver nada más y cuando no quiero seguir el camino…
Ella podría ayudarme cuando estoy cansado de andar, de ver, de sentir… pues estoy tan débil que, solo, no puedo hacerlo.

Ya no entiendo qué coño me pasa, como no entiendo qué coño les pasa…

He llegado a un punto en el que no puedo creerte, en que ya no puedo creerle…  porqué ya no sé qué es la verdad, no sé si lo he sabido nunca, o si tan siquiera existe una…

Estoy tan cansado de creer… estoy tan cansado de todo…

Añoro tener fuerzas y ganas de volar, añoro cerrar los ojos y soñar un rato… estoy harto de las pesadillas o de no acordarme de si he dormido…
Y, sobretodo, le añoro a ella, a todas horas, con lágrimas en los ojos o sin ellas… ¡la amaba tanto!

Me siento solo y no entiendo nada…

No estoy seguro de mi mismo

No se si me equivoqué y no veo que esté a tiempo de remediar nada…

No los entiendo a ellos, tan pequeños, tan raros, pero los amo con locura y temo por su futuro…

No entiendo a sus padres, antes tan pequeños como sus hijos y míralos ahora… han crecido tanto…

No sé si amé mucho o si no lo hice lo suficiente…

No sé si viví todo lo que pude o si hubiera podido vivir más cosas…

No veo que me quede nada por hacer y ya nadie cuenta conmigo para algo…

Ya no sé si soy yo que no puedo ver o mi ceguera es que ellos no pueden verme…

Y así me encuentro, con ganas de llorar y sin poder hacerlo, con dolor de cabeza y las manos temblorosas; el corazón se me acelera al ver ante mí un montón de pastillas que un gilipollas con bata blanca me ha recetado para “curar” lo que él llama depresión, pero que yo no he podido resumir ni con todo lo que os he contado…
Aquí estoy, sabiendo que ningún fármaco puede curar todo lo que os he contado, que mi problema no es una lágrima más o una lagrima menos, o dormir demasiado y tocar los cojones a mis hijos, no, mi problema va más allá de eso… pero ya nadie puede verme, ni yo puedo hacerlo, soy invisible, mi ceguera, su ceguera, le llaman depresión, y no tengo más ayuda que este vaso y una pastilla…


Y, así, aquél anciano murió, drogado con un eficaz antidepresivo dejó de vivir y de preguntarse por qué no lo hacía hasta el fin de sus días…

15/10/2015