dilluns, 26 d’octubre del 2015


























La tormenta estaba desatada en el barrio alto de la ciudad, ardían los coches y el mobiliario público estaba colocado como barricadas… era muy extraña esa visión pues lo normal era que ardiesen las periferias, los barrios marginales… el mundo estaba parado ante el televisor observando con preocupación las escenas de esa rebelión.

En medio de ese aparente caos un chico se puso ante la cámara de televisión, llevaba la cara tapada, y empezó a soltar una palabra tras otra, quizá fue la sorpresa, o puede que un error de la cadena pero no cortaron la imagen:

“Estáis sorprendidos ¿verdad? Os habéis indignado y asustado casi al mismo tiempo…nos insultáis y difamáis, no somos agradables a vuestros ojos ¿por qué os lleváis las manos a la cabeza? ¿Por qué no hemos quemado nuestro barrio? ¿Por qué no hemos bajado la cabeza como de costumbre? ¿Por qué no nos hemos resignado a seguir las normas que nos habéis trazado? ¿Qué esperabais? ¿Qué nos peleáramos entre nosotros siempre? Pues no, algún día debíamos de reaccionar de distinta forma, no somos clones que repiten siempre lo mismo, lo habéis intentado, pero no habéis conseguido convertirnos…

¿Os da miedo que hayamos cruzado la frontera de nuestro barrio para venir al de la “gente de bien”, al barrio de los “afortunados”? Que miedo da cuando los miserables, los que no tenemos nada, nos vamos de nuestro entorno de miseria – al que vuestra riqueza nos ha condenado – para venir, aquí, donde se reúnen aquellos que tienen suficiente para que podamos vivir todos…

Si amáis más vuestro bolsillo, vuestro status quo, que la libertad; tenéis razones para estar asustados, y os digo: ¡asustaos! No venimos a pedir nada; conocéis la riqueza en la que vivís, siempre habéis sido conscientes de la miseria en la que vivimos, y no habéis hecho nada para arreglarlo!!! Nos condenáis a la esclavitud que genera vuestra mediocridad, os aprovecháis de nuestras necesidades, nos explotáis, os dais excusas para no compartir i habéis perpetuado nuestra miseria… pero se terminó, ya no os salvará la caridad que hicisteis en tiempos pasados, ni las bellas palabras que podeis haber pronunciado, tampoco vuestra falsa superioridad moral, ¡miedo! ¡Tened miedo!

Pediros que hagáis alguna cosa es perder el tiempo y la dignidad ¡estamos aquí para destruir vuestro mundo! Un mundo que también era nuestro al aceptar vuestra cultura, vuestra sociedad, fruto de cobardes y mediocres que tienen miedo a la libertad humana… estamos aquí para dignificarnos, venimos a erradicar la miseria, primera causa de la explotación, de la falta de libertad, no venimos a quedar bien, venimos a alterar la falsa paz social ¡venimos a ejercer la libertad! Nos da igual si encuentras radicales nuestras palabras, nuestros actos… estamos hartos de esperar, no todos tenemos el privilegio de un bienestar que garantice un mínimo de dignidad a lo largo de una lucha, que cada día hacéis más larga, en pro de un ideal que cada vez situáis más y más lejos, hasta el punto de decir que es imposible.

¿Sabéis qué? Tenéis razón, para quien el sistema ya lo satisface, toda utopía es imposible… pero, como siempre, os olvidáis de nosotros, sois victimas de vuestra discapacidad visual, no veis que, para aquellos que por necesidad material e intelectual la necesitamos, no tenemos más remedio que hacerla posible, y no dudéis de que lo podamos hacer; la necesidad forja una voluntad inquebrantable y la voluntad encuentra el camino, el medio, para hacer posible cualquier sueño, cualquier utopía, de hacerlo a pesar de que esto suponga perderlo todo…”

Hizo una breve pausa antes de añadir:

“Y ahora me dirijo a ti, sí, al que se queja siempre de las injusticias… hoy es el día para redimirte de tu pasividad, hoy te decimos: ¡rebélate! Si te quedas en casa, pese a que te repitas lo injusto que es el mundo estarás dando el apoyo, que otorga la pasividad, para que la injusticia y la esclavitud se perpetúe…”
09/06/2015