dilluns, 26 d’octubre del 2015


























Dios, a lo largo del tiempo, ha obtenido diferentes definiciones, las más generalizadas y aceptadas a nivel teórico son las de las principales religiones mundiales. Estas definiciones más "generales" no son en las que me fijaré a la hora de hacer esta obra, son las definiciones de dios que se crea cada individuo y, sobre todo, el por qué las crean, las creen, las siguen...

Puedes hacer una prueba: pregunta a un creyente quién y qué es dios para él, acto seguido pregúntale a algún otro creyente lo mismo y, así, con tantos creyentes como pueda, aunque coincidirán bastante – ya que las religiones han hecho una gran trabajo homogeneizador de definiciones de dios -, normalmente, si puedes profundizar un poco más en la conversación, verás que no serán definiciones idénticas (menos si son de diferentes religiones); harán interpretaciones propias, a menudo contradictorias con la "versión oficial" o con las de sus compañeros de fe; es decir, nos encontraremos con dioses diferentes, que pueden compartir una misma historia de interacción con la humanidad, pero definitivamente diferentes en una parte o en todo su ser.

Con esto me pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué sucede esto? Pues porque dios es una idea que depende de las necesidades de los humanos:

En el caso de que sea la sociedad quien lo necesite, dios, cubrirá las necesidades de ésta: declarando enemigos de dios a los enemigos de la sociedad, haciendo de la voluntad de la sociedad voluntad divina, etc.

En el caso del individuo - y esto es lo que me interesa tratar aquí - como ya he dado a entender antes: tiene una idea de dios que (exista o no) depende de si mismo y que varía según sus necesidades. Quizás os preguntéis: "¿Necesidades de qué?" Pues por ejemplo: necesidad de compañía, de respuestas vitales, de amor, de "justicia" (casi siempre confundiendo venganza con justicia), de protección, de realización...

El porqué de la necesidad de dios, el porqué del creyente, es la incapacidad de cubrir estas necesidades él mismo, creencia (desde mi punto de vista) errónea. - Esto no quiere decir que el ateo sea capaz de cubrir estas necesidades él mismo por el mero hecho de no creer en dios -

El creyente exterioriza en otro ser las responsabilidades hacia si mismo, busca una ayuda externa ya que no se ve capaz de ser por sí solo - el ateo que tampoco se ve capaz también intenta exteriorizar estas responsabilidades, esta ayuda, en sus "dioses": naciones, líderes, ídolos, estados, gobernantes... - y cuando logran superar alguno de estos obstáculos le otorgan a su dios el mérito o hablan de un mérito compartido con ese ser externo a ellos... del que no se dan cuenta es que, sencillamente, su fe con este ser le ha permitido creer que, éste, le ayudaría y el hecho de estar seguro de ello le ha permitido creer en sí mismo y por eso ha superado el problema; en conclusión: no necesitamos un dios, necesitamos - a pesar de los errores que hacemos, las limitaciones que creemos que tenemos, el miedo, etc. - creer en nosotros mismos ¡necesitamos ser nuestros propios dioses!

12/03/2015